El escritor Julio Cortázar visitó el Molino del Salado en el verano de 1983. Fue invitado por Mario y Nicole Muchnik, amigos de nuestro padre, que entonces era el propietario del molino.
Durante su estancia Cortázar disfrutó de la tranquilidad, del entorno acogedor, de la compañía de sus amigos, de los pueblos cercanos y su gente.
Le gustaba un sofá de cuero, que esta aún en el molino, donde se sentaba a leer o escribir porque era, según decía, de los pocos que había conocido con un respaldo tan alto en el que poder recostar su cabeza sin que esta le sobresaliese (se puede ver en algunas fotografías).